Precoz madurez de Martín García

Viernes 14 de agosto. 20:00 horas. Teatro de la Laboral, Gijón. Concierto Extraordinario de Verano, OSPA, Martín García (piano), director: Max Valdés. Obras de José Peris, Grieg y Shostakovich. Precio: 15 €. Media entrada.
Primer concierto de esta temporada a cargo de "mi orquesta" antes de su gira de verano por iglesias y plazas asturianas, con un programa variado que no logró llenar este excelente teatro de La Laboral, por cierto mucho mejor en todos los sentidos (salvo no estar en el centro de la ciudad que aducen muchos) que el Jovellanos, sede habitual de los conciertos de abono en la villa marinera.
José Peris y su amigo el nóbel Severo Ochoa, en De todo un poco
La velada comenzaba con Música grave para orquesta de cuerda (Homenaje a Severo Ochoa) del maño José Peris Lacasa (1924) quien además de compositor y musicólogo ha sido Catedrático de Música de la Universidad Autónoma de Madrid o Asesor de Música del Patrimonio Nacional, entre su amplísimo currículum. Su formación como compositor es digna de leerse en cualquiera de los enlaces de este párrafo, y la obra hoy escuchada está escrita originalmente para cuarteto de cuerda en 1993 y orquestada para esta ocasión. En ella se nota todo su bagaje humano y musical: Guridi, Toldrá, Mompou, Montsalvatge, Esplá, Milhaud, Boulanger o Carl Orff , entre otros, lo que consideró fundamental para su carrera artística el contacto con tan extraordinarios maestros, “ejemplos de elevada personalidad y alto comportamiento ético y moral”, y quienes han dejado huella en su amplio catálogo de composiciones sin olvidar a Penderecki, a quien el propio Peris propuso desde el jurado para que ganase el Príncipe de Asturias de las Artes de 2001. El propio compositor en la entrevista de mi amigo Aurelio M. Seco el día 14, recuerda que "es una música triste por la pérdida de un gran amigo. La escribí como un cuarteto, porque la música de cámara me parece más adecuada para la intimidad. Para el concierto de Gijón me pareció mejor hacer una adaptación para gran orquesta, que mantiene el espíritu de la obra de cámara". La cuerda de la OSPA sonó como nunca, bien llevada por el maestro Valdés que supo lograr un equilibrio digno del cuarteto de cuerda original, y con una acústica asistida en la sala que me recordó el sonido grabado por la perfección de los planos sonoros. Me quedo con ganas de escuchar más obras del compositor aragonés, quien saludó desde el pie del escenario y aplaudió, como todos, la excelente interpretación de nuestra orquesta asturiana, sumándose a este homenaje póstumo al luarqués y único Premio Nóbel Asturiano.
Pero aún quedaba el conocidísimo y bastante escuchado e interpretado Concierto para piano en la menor, op. 16 de Grieg -cerró la temporada 2008-09 de la OSPA- actuando de solista el gijonés Martín García, a quien ya había escuchado en el nº 9 KV 271, Concierto Jeunehomme de Mozart con la OSPA el 31 de octubre pasado. La carrera que tiene ¡con 12 años! ya es de impresionar y no hace mucho dejó boquiabierto al público del Festival de Granada. Pero afrontar este concierto del noruego eran palabras mayores, más con el recuerdo aún cercano de la misma formación y director, y realmente no defraudó. Sin importar mínimos desajustes -recordar su edad y por tanto su ímpetu- con la orquesta o en algunos pasajes arpegiados, Martín nos ofreció una auténtica interpretación, jugando con los tempi, pendiente en todo momento del director -que supo llevar una concertación perfecta en el amplio sentido de la palabra, una obra que conoce a la perfección-, con una dinámica realmente poderosa no sólo de los dedos sino de todo su cuerpo y un lirismo fuera de serie para alguien tan joven. Como titulo en la entrada, es de una precocidad madura, pues si bien es cierto que los mínimos errores se deben más a su "corto bagaje" (pese a los años y conciertos que lleva a sus espaldas) que a su técnica -es increíble el manejo de los pedales, la sonoridad que logra del instrumento, los ataques, los tenidos y todo lo que queramos añadir-, hay que reconocerle ya una personalidad interpretativa, destacada en todas y cada una de las cadencias, que ya está dando mucho que hablar.
Si recordaba el ofrecido por el canadiense Louis Lortie, de verdad que el de Martín García no desmerece en cuanto a la impronta personal que consiguió el joven gijonés, quien aún se atrevió con dos propinas, de Chopin el Estudio Op. 10 nº 12, Revolucionario, para corroborar aún más todo lo dicho anteriormente, auténtica interpretación personal, sin concesiones, y una fantasía de Schumann sobre el Carnaval.
Foto de Pablo, la música en Siana (móvil)
Para la segunda parte la esperada Sinfonía nº 11 en sol menor, op. 103 de Shostakovich, que forma díptico con la nº 10 (que también escucharemos así como la nº 12 esta próxima temporada con Pablo González en el podio), un repertorio que nuestro titular y próximo director honorífico Max Valdés domina como nadie tal y como pudimos comprobar, sacando lo mejor de nuestra orquesta que brilló como nunca, contenida en los tempi de cada movimiento que discurrieron sin pausas pero diferenciando cada movimiento cual "capítulo de este "poema sinfónico", y a la vez sin necesidad de contener una dinámica que podría "desbocarse" pero que no sólo afinó y empastó como nunca sino que se contuvo cuando así lo exigía el discurso musical, con gesto claro y preciso sin concesiones a una gestualidad ampulosa desde la batuta, jugando de nuevo con el título de la entrada de hoy, "precoz madurez", esta vez en el sentido de no estar aún rodada -era el primer concierto tras las vacaciones de verano- y con una partitura que es una auténtica maravilla de la orquestación, que exige a todos y cada uno de los músicos lo mejor de ellos, dándolo todo cuando desde el podio se dirige con conocimiento, convencimiento y "madurez en la pasión".
Espero que sólo sea el aperitivo a la temporada que se nos avecina, pues de seguir in crescendo con el trabajo demostrado esta noche, esta orquesta nuestra puede darnos muchísimas alegrías y el "definitivo reconocimiento en casa" que ya tiene fuera.
Sólo tengo elogios para todas y cada una de las secciones, y si los principales tocaron cual virtuosos -muchos lo son y lo demostraron-, el tutti ha conseguido un empaste y un color orquestal digno de las mejores grabaciones, de una sonoridad rotunda y sin estridencias (= violencia de la expresión o de la acción), pese a necesitar esta sinfonía desde un toque chillón de la madera, a la brutalidad del metal o al sonido mordido y hueco de la cuerda, todo con tanta personalidad en esta interpretación como la demostrada con y por el joven pianista. No sé si ha sido contagioso o que realmente la madurez es una segunda juventud.

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