Lección con música rusa

Jueves 3 de marzo, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo: Orchestre National du Capitole du Toulouse; Genevieve Laurenceau (violín); Tougan Sokhiev (director). Obras de Glinka, Prokofiev y Tchaikovsky.
No estuvo mal abrir este marzo carnavalesco con un concierto ruso interpretado por una orquesta francesa, supongo elegido por un director como  Sokhiev que además de ser su titular desde 2.008 (siendo principal invitado y asesor artístico tres años antes) también está muy relacionado con el Teatro Mariinski, pero también con un repertorio "cara a la galería" al tratase de obras conocidas siempre del agrado del público y muy trabajadas para estas giras.
Con una formación impresionante en número y solistas de gran calidad comenzaba la velada nada menos que con la Obertura de "Russlan y Ludmilla" (M. Glinka), corta pero exigente para todos, con un arranque explosivo no del todo homogéneo en cuanto a claridad pero sí en intensidades, tal vez como muestrario del potencial que encierran los de Toulouse.
La concertino titular haría de solista en el Concierto de Violín y orquesta Nº 2 en Sol m., Op. 63 (P
rokofiev), interpretado en un Stradivarius  de 1682 que no brilló como era de esperar. Curiosamente este viernes se podrá escuchar otro de 1711 que perteneciese a Kreisler, esta vez en las manos de Frank Peter Zimmermann. Lástima porque es obra poco agradecida pero llena de sutilezas en orquesta y solista que requiere más emotividad (y ella la tiene) que la brindada por la violinista francesa, ni siquiera en el bello Andante assai, siempre bien acompañada por el maestro que "la llevó de la mano" en el Allegro, ben marcato final. Raro para una artista que está con la obra recién grabada y en repertorio, necesitada de partitura y con la obra poco interiorizada. La propina (*) desconocida para mí, me sirvió como agradecida disculpa y desagravio frente a la anterior interpretación, antes de cambiarse de ropa y volver a su sitio para la segunda parte.
Y quedaba Tchaikovsky con su Sinfonía Nº 5 en Mi m., Op. 64, que como dice el dicho "No hay quinta mala". El arranque del Andante puso las cartas sobre la mesa: el rubato del clarinete contagiado a todos desde la dirección impresionante del maestro ruso solamente es posible con muchos ensayos y gran disciplina, y así resultó el Allegro con anima. Da gusto ver y escuchar a más de 100 músicos llevados como si de un gran instrumento se tratase con una conducción impecable. El conocido Andante cantabile, con alcuna licenza nos dejó un sólo de trompa auténticamente redondo, con pasión y maestría desde una batuta que deja sonar a sus músicos hasta donde él quiere, cierto que en momentos el metal toma más protagonismos del deseado, pero con una cuerda poderosa y a la vez sutil, más una madera ágil, melodiosa y perfectamente ensamblada, capaz de una paleta tímbrica digna de encomio. Del Valse: Allegro moderato podría utilizarse para clases de dirección orquestal, más cercano al ritmo vienés que al ruso tal vez herencia del gran George Prêtre que estuvo al frente de esta orquesta hace años. Y un Finale: Andante maestoso - Allegro vivace desbordante, contrastante desde lo majestuoso hasta el desenfreno, colorista, una auténtica y nueva lección de dirección que iba perfilando, estirando y encogiendo tempi y sonoridades, brochazos junto a líneas delicadas, toda la impresionante instrumentación de Tchaikovsky desde una formación que responde a todo lo que se le pide, consiguiendo el maridaje perfecto: MÚSICA.
La propina no podía ser más que la "Danza rusa" (Trepak) de El Cascanueces, ya totalmente entregado el público tras la tensión de "La Quinta" y auténtico fuego de artificio a cargo de orquesta y director, con un tempo imposible de bailar pero agradecido de escuchar.
En principio se habían programado obras de Rachmaninov y Brahms, pero resultó un concierto con "Tres rusos viajeros" como titulaba Juan Antonio Llorente (colaborador de Scherzo) sus excelentes notas al programa. Y la segunda propina para "cambiar el paso" un auténtico guiño francés a España con "Los Toreadores" de la Suite nº 1 de Carmen (Bizet) totalmente carnavalescos por el imposible paseíllo nuevamente de velocidad endiablada, como para ir abriendo boca a las Carnestolendas que comienzan. Yo hasta el Miércoles de Ceniza me daré al desenfreno.
P. D. 1: Reseña en LVA y comentario,con algún error, de Javier Neira en LNE del viernes 4.
P. D. 2: Crítica de Joaquín Valdeón en LNE del domingo 6.
(*) La propina resultó ser obra del joven compositor francés, de origen polaco, Karol Beffa.

Comentarios

Ariodante ha dicho que…
Pablo, creo que no eres justo con Geneviéve Laurenceau, ni con el Concierto nº 2 para violín de Prokofiev, una obra que es todo menos "poco agradecida". Laurenceau tiene un sonido bellísimo, cálido, redondo, con un lirismo y una personalidad que hacía tiempo no encontraba en un violinista, ahora que hay tantas "máquinas de tocar" sueltas por los escenarios de todo el mundo. Su fraseo y su musicalidad me impresionaron profundamente.

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