De Paz poco fuego

Viernes 8 de abril, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo. OSPA, Concierto de Abono nº 10. Manuel Barrueco (guitarra); Nacho de Paz (director). Obras de Debussy, Roberto Sierra y Stravinsky.
Nuevo aspirante a director, esta vez el único asturiano (y sin batuta) aunque creo aún en formación pese a enfrentarse a un programa donde nuestra orquesta debería funcionar a poco que se le exigiese, lo que para desgracia de los pocos presentes (nuevamente huecos en abonados y entradas regalándose a la puerta) pudimos comprobar que faltó curiosamente lo que sobraba esta tarde, fuego, con un calor sofocante nada habitual en plena Cuaresma.
Ravel, el gran orquestador francés, homenajea a Debussy y su Tarantela de Estiria, con una maestría que respetando la obra pianística elige unos colores que flotarían en todas las obras del concierto, perfectamente comentadas en las notas de Alejandro G. Villalibre, quien además nos brindó una excelente conferencia previa sobra la obra que cerraría la velada.
Comenzaba diciendo que faltó más fuego, más pasión en la dirección, muy gestual pero poco precisa, con indecisiones en muchas entradas (que notaron todos, en especial la percusión y el metal) así como la falta de esa homogeneidad necesaria para lucir la paleta orquestal de Don Mauricio.
Tenía muchas ganas de escuchar al gran guitarrista cubano Manuel Barrueco (1952), quien hace dos años tuvo que anular su concierto al morir su padre en Miami, y precisamente con esta obra a él dedicada por el portorriqueño Roberto Sierra: Danzas concertantes para guitarra y orquesta (2006), estrenada por el maestro con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. El enorme peso del Aranjuez de nuestro Rodrigo flota en casi todas las obras para guitarra y orquesta, y cómo no en estas cuatro danzas, especialmente la segunda (Expresivo e intenso) como si supiese que la melodía es lo que queda, a pesar de los ritmos (como dijese Stravinski). Una amplificación algo baja, también extraña por la emisión, y una dirección que no concertó lo suficiente, nos dejó una versión donde el solista fue devorado por la orquesta, luchando con el instrumento más que dialogando, e impidiéndonos degustar los muchos momentos de exquisitez virtuosística y tímbrica que la escritura del boricua esconde, sin olvidar el protagonismo rítmico que hizo lucirse a la correspondiente sección reforzada de la OSPA, como es costumbre, a pesar de las escasas indicaciones dadas desde el podio. Al menos sí tuvo como detalle colocar los contrabajos sobre tarima, lo que parece ayuda a conseguir más "peso en el grave", pero creo que no se atrevió a reubicar "los bronces".
Sierra y Barrueco
Su arreglo para guitarra de la Danza Lucumí de Lecuona, original para piano dentro de las Danzas Afrocubanas que también tiene su versión para orquesta) nos compensó el mal sabor de boca, con un sonido cálido y una interpretación realmente magistral por parte de uno de grandes a las seis cuerdas en activo.
La música de danza volvía con la Suite (versión 1919) del centenario El pájaro de fuego de Stravinsky, compuesta como escribe Alejandro González Villalibre "para crear una atmósfera de expectación que prepara al espectador para la historia fantástica y le conduce al número siguiente", y así resultó: todos expectantes, sabedores que nuestra orquesta se defiende como ninguna en estas músicas, pero que nos condujo a esperar el siguiente concierto.
Hubo muchos detalles que confirman la solvencia de nuestros músicos: la cuerda en su sitio, con la seguridad y sonido que la hacen única, una madera de lujo en todos y cada uno de los instrumentistas (en especial Ferriol y Mascarell), unos metales algo titubeantes e "incómodos" por lo ya apuntado, más una percusión siempre acertada "a pesar de", sin olvidarme del arpa y el piano - celesta, así como nuestros solistas que siempre brillan con luz propia, más en esta maravilla de la orquestación.
Pero Stravinsky exige más tensión y menos distensión, sorprender al público aunque conozca la obra, vida muerte y renacimiento, algo de malicia en el infierno  y menos tranquilidad en la cuna para llevarnos a un clímax que tan sólo fue brillante por el tutti, dejándonos una versión con menos colorido del esperado. Al menos el propio De Paz comentaba en La Voz de Asturias "No me planteo la titularidad de la OSPA". Yo tampoco.
P. D.: Crítica de Joaquín Valdeón en LNE del domingo 10.

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