Emoción, elegancia y precisión

Viernes 9 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono 3 OSPA, Alexander Vasiliev (violín), David Lockington (director). Obras de Sawyers, Glazunov y Mendelssohn. Fotos: ©Marta Barbón-OSPA.
Los viernes de noviembre están cargados de música y la elección se hace difícil, pero este era especial y no tuve dudas: volvía David Lockington como flamante director invitado de nuestra OSPA, una de mis opciones a la titularidad, y el querido Alexander Vasiliev daba nuevamente el paso al frente, de concertino a solista, en una obra que conoce desde las fuentes.
Para abrir boca otro estreno en España con la OSPA y Lockington (el jueves en Avilés) de Philip Sawyers y The Gale of Life (El vendaval de la vida), premonitorio, obra muy cinematográfica con reminiscencias y tributos varios a John Williams o Berlioz, compuesta para abrir veladas en una perfecta y agradecida orquestación para una formación que esta tarde venía con ganas y el maestro británico que volvía a comandar en repertorio de nuestro tiempo. Protagonismo del metal que respondió sin fisuras pero con todas las familias precisas en una partitura bien explicada en las notas al programa de Juan Manuel Viana.

Vasiliev es "el primero de la clase", El Maestro, mucho más que el concertino o jefe, es la referencia de la orquesta desde su fundación como tal en 1991. La llegada a Asturias de Los Virtuosos de Moscú y todo su "entorno" supuso un punto de inflexión en la vida cultural asturiana, la semilla rusa se plantaría en nuestra tierra... desembarcó con la maleta cargada de ilusión y magisterio que ha ido transmitiendo a todos. VasilievEs ya un asturiano con raíces que no olvida su tierra y mucho menos cuando se trata de la música. El Concierto para violín en Lam, Op. 82 (Glazunov) va unido a su biografía y ya lo interpretó hace años con sus compañeros. Esta vez, con un Lockington siempre elegante y excelente concertador y conocedor de la orquesta asturiana, demostró que los años pasan para bien: madurez, profundidad interpretativa, poso y la técnica asombrosa que "hace hablar" a la prolongación de sus extremidades superiores, su violín. Emoción antes, durante y después, flores merecidas de la familia de sangre (el primero su nieto asturiano) con toda la admiración y respeto de compañeros y público. Glazunov no será de los grandes pero este concierto ocupa su sitio en la historia, más en la interpretación de Alexander, al que espero darle personalmente la enhorabuena.
La segunda parte trajo, además del molesto intermedio entre movimientos de la fanfarria de toses arrítmicas que va en aumento ¡y aún no llegó el invierno! o la impertinente señora con el papel del caramelo subrayando cada pianísimo, una de esas obras que ni deben faltar en las programaciones porque bien interpretadas son sustento de afición y profesión, la Sinfonía nº 4 en LA M, Op. 90 "Italiana" (Mendelssohn), inmensa, precisa, romántica sin exageraciones, clara en el diseño de Lockington, por el que crece mi admiración en cada concierto (felizmente le tendremos puntualmente), sacando de la orquesta esa calidad que atesoran todos y cada uno de sus músicos, una plantilla equilibrada, bien ensamblada, empastada, acertada en todas las secciones que fue asentándose desde un inicial y titubeante Allegro vivace para un Andante con moto más encajado, incluso pletórico por emotividad (desconozco la causa de mi recuerdo a Granados en este movimiento), Con moto moderato melancólico y límpido, cuerda y viento en simbiosis, líneas melódicas claras para impactarnos con el último Saltarello: Presto que desde la precisión gestual, elegancia y sabiduría del maestro británico afincado en EE.UU. logró enardecernos con esta joya sinfónica sonando como en las mejores orquestas, las flautas Pearse como una, cuerda a una incisiva desde el terciopelo, madera siempre de lujo y metal majestuoso... Aplausos muy merecidos para un concierto que tenía todas las de ganar y no defraudó.
 

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