La Fura de Boo

Viernes 12 de julio, 20:00 horas. Teatro Campoamor, Oviedo: Carmina Burana (Carl Orff), Cantata escénica (1937). Montaje de La Fura del Baus. Beatriz Díaz (soprano), Luca Espinosa (soprano), Thomas E. Bauer (barítono), Xabier Sábata (contratenor), Orfeón Pamplonés (director: Igor Ijurra), Oviedo Filarmonía, Marzio Conti (director). Director de escena y escenógrafo: Carlus Padrissa. Figurinista: Chu Uroz. Iluminadora: Melanie Schroeder. Entrada butaca: 38,50€.
"Oviedo es música" es el nombre del Festival de Verano de la capital más musical de España, estos días con turismo cultural que también deja ingresos en tiempos de crisis, y para empezar con buen pie llegaba el espectáculo de La Fura del Baus, tras cuatro años funcionando por el mundo casi con el mismo elenco, al "templo del Campoamor" con las entradas agotadas para las dos funciones (12 y 13) y conocedores del éxito de esta producción que resulta impactante, trepidante o si se prefiere rompedora en todos los sentidos incluso antes de presenciarla, por la propia obra de Orff, la más conocida y popular, la puesta en escena de La Fura que nunca deja indiferente, y unos intérpretes que dieron la talla, incluso con "altos vuelos", auténticos profesionales capaces de plegarse a exigencias durísimas de trabajo sin perder nunca su musicalidad.

Vídeo del Ensayo General 11JUL13: ©Canal YouTube Ayto. Oviedo 
Los que me conocen saben que comenzaré por la parte musical, con una orquesta colocada en el escenario muy atrás, rodeada de telas, quedando su sonido algo opaco, con más presencia sonora de la percusión precisamente por esa disposición. Perfectas todas sus secciones, pianissimi incluso en metales que ayudaron siempre a las voces, vigor en los tutti sin estridencias, una Tanz delicada y rítmicamente preciosista, y el sonido compacto al que nos tienen acostumbrados en estos casi quince años que comienzan a dar sus frutos.
El coro, auténtico sustento de la cantata, a ambos lados y separando voces blancas (izquierda) y graves (derecha), con una dimensión tímbrica distinta, sin ver directamente al director, y pese al número de cantantes, sin la pegada esperada para una obra donde su presencia debería ser mayor. Agradecerles el esfuerzo escénico (bien danzando incluso), dotados de carpetas con "leds" que dieron mucho juego, siempre respetuosos con la partitura, afinación correcta pero emisión algo corta, puede que necesitando más confianza para "soltarse" (sobre todo en el Ecce gratum y el ataque del Reie aunque compensando con los pianos), teniendo además la orquesta detrás, lo que siempre ayuda o como en Floret silva donde las sopranos afrontaron con miedo sus agudos. Tampoco fue muy inteligible Chramer, gip die warve mir o Were diu werlt alle min, aunque la rítmica y presencia que Conti imprimió tapó más carencias. Bien los hombres In taberna quando sumus compartiendo puesta en escena con el barítono que salpicó con el agua-vino la primera fila. Faltaron los niños para Amor volat undique que la cuerda de sopranos no pueden igualar como en Tempus est iocundum. Ya avanzada la obra estuvieron más asentados en Veni, veni, venias. Y el último O Fortuna no resultó lo apoteósico que esperábamos pero sí en la línea aseada de todas las intervenciones, arropados por una orquesta bien llevada por su titular.
Del cuarteto vocal impresionante el barítono alemán Bauer capaz de cambiar no ya de ubicación o vestuario en poco tiempo sino de registros en un papel complicado musicalmente y aún más con su puesta en escena, tan pronto a remojo como saliendo por el patio de butacas. Su color vocal y gama dinámica resultaron de lo más apropiado para el papel que le han diseñado. "El sol todo lo suaviza" (Omnia sol temperat) resultó cálido como los rayos y ya "en la taberna" su Estuans interius literal: "Ardiendo interiormente" por lo apretado del agudo. La salida entre el público como abad en Ego sum abbas permitió paladear su voz y dotes interpretativas coqueteando con el respetable y bien contestado por el coro, al igual que en In taberna quando sumus. Los difíciles cambios de registro para Dies, nox et omina los solventó con técnica al servicio de la melodía, mezcla de lírica y canto popular. Bien con el coro en Circa mea pectora con los cambios rítmicos bien encajados entre todos y buena gama dinámica, al igual que en Tempus est iocundum.
Otro tanto sobre las condiciones del contratenor Sábata, bien conocido en Asturias y que en  posición casi horizontal colgado de las alturas, tuvo que "lidiar" actoral y musicalmente notándosele incluso cómodo, lo que dice mucho de su profesionalidad, afrontando un solvente Olim lacus couleram con el coro y orquesta (también el público), a sus pies...
La crevlillentina Espinosa demostró unas facultades físicas dignas de su entrenamiento como karateka, además del musical, incluso natación sincronizada por el tiempo que pasa sumergida en ese vaso - tinaja de agua - vino. Como en un music-hall la valenciana, pareja en otras representaciones de este Carmina su paisana Amparo Navarro, vuelca toda su capacidad en escena aunque nos quedásemos con ganas de escucharla en otros repertorios.
Y dejo para el final a la soprano asturiana, la todoterreno Beatriz Díaz en un nuevo rol que volvió a hacer suyo con toda la dificultad añadida de cantar sobre una grúa que sobrevoló el patio de butacas o dando vueltas para desenrollar los cinco metros de tela: potencia en el momento preciso (Dulcissime), fiatos increíbles, registro medio redondo y sobre todo una línea de canto (In trutina) donde la musicalidad que emana en cada intervención (Stetit puella) es un placer para el oyente, sin olvidar una teatralidad increíble para esta "Monster High" al uso. Lo da siempre todo y es de agradecérselo, esperando siga apostando por partituras como la de Orff que resultan todo un descubrimiento en su voz, actualmente en un momento excelso donde puede "con lo que le echen", siendo la auténtica Fura de Boo.
Al maestro Conti habrá que ir preparándole un homenaje por los nuevos aires que ha traído a nuestra tierra con arriesgadas apuestas desde su llegada a la titularidad, destacando personalmente las bandas sonoras en vivo que pienso han venido a complementarse con esta escenografía de La Fura para esta cantata escenificada donde las imágenes proyectadas y el movimiento actoral encajaron a la perfección desde una dirección que no brilló más por lo apuntado de la colocación de orquesta y coros. Mimó cada intervención solista y bisar O fortuna ayudó a rubricar el espectáculo de las etapas de la  alegría de vivir en 25 cuadros, armonía con los astros y la luna, suerte, sol, agua, música infinita que diseñaron Padrissa y La Fura.
Retomando palabras del propio Carlus así como del reportaje que Jesús Ruiz Mantilla en "El País" hace cuatro años atrás, la puesta en escena de esta Carmina de ritmo atávico repetido en la historia del ser humano, pasa por varios estados, nos creamos en el agua, pasamos al aire cuando nacemos y finalmente a la tierra, proceso de vivir corto en relación al universo, cambios de intensidades como el pulso del corazón, los goliardos que apuntaban buenos momentos de vivir, lo que queremos todos, y una música que nos hace felices. Casi nada y casi todo en una hora frenética de luces y sombras, movimientos escénicos bien calculados y la música invadiéndolo todo. Fiestas mediterráneas tan de La Fura dels Baus que vienen del origen de la tragedia griega y aún antes, el hombre y sus manifestaciones artísticas que han ido perdurando según las culturas, aunque cambien el nombre, el hombre como ser vivo de lo que se impregnan estos catalanes, artista libre que se deja llevar por la naturaleza, pasionalmente, Fura que en su larga trayectoria se acerca últimamente a la ópera, manifestación "interface" de cómo unir diferentes disciplinas y sumar lo máximo, lo más parecido al "arte global", ¿wagnerianos de nuestro tiempo?, el público como coro distinto, silencio tan provocativo como el grito.
Carmina Burana como obra de arte madura aglutinando y codificando diferentes disciplinas, percusión que marca el pulso vital, nada gratuito ni falso, sin excesos (!), y cuatro imágenes: tierra, mar, aire, agua (como los cuatro elementos de las imágenes en la propia web de Beatriz Díaz, esta vez rojo fuego como el vino de la vendimia) que van mostrándose en un montaje realmente logrado, imágenes sobre ese círculo de tela como "acelerador de partículas" que se mueve, sube y baja o se inclina, donde se proyectan vídeos con "imágenes que cumplen una función de luz para el espectáculo", como aseguraban David Cid y Sagar Fornies (autores de todo el trabajo visual) en el citado reportaje del 4 de agosto de 2009 en plena Quincena. Todo en el "haber" pero en el "debe" parecen olvidarse que hacer música es complicado siempre, y las condiciones en las que hacen trabajar a los intérpretes (orquesta, coro y cantantes) no son siempre las idóneas para cumplir con su cometido. A pesar de todo y pensando también en un público global, todo un espectáculo antes, durante y después.
En el diario regional "El Comercio" Igor Ijurra señalaba que en este montaje sigue el subtítulo de la obra: «canciones laicas para cantantes y coristas para ser cantadas junto a instrumentos e imágenes mágicas». Añadió que este 'Carmina Burana' es una obra para iniciarse, para gente joven, y «que huye de la solemnidad de los grandes conciertos». Por su parte el maestro Conti apuntó que esta obra «mueve una ciudad, ya lo hizo en Florencia». El éxito está asegurado y apostando sobre seguro.

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