Climatologías musicales

Viernes 27 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono 2 OSPA, Ludmil Angelov (piano), Rossen Milanov (director). Obras de Saariaho, Chopin y Sibelius.
Volvía la OSPA a los conciertos de abono tras el paréntesis operístico mozartiano que le ha venido realmente bien, con si titular al frente en un programa de los que le gustan y domina, algo que se percibe en muchos detalles. La estructura del concierto la ya centenaria de colocar en el centro un concierto solista y finalizar con obra sinfónica, en este caso continuación casi del día anterior en el mismo auditorio aunque con otra formación con una obra breve, a veces de estreno, para abrir velada.
También volvían las conferencias previas una hora antes, esta vez con Daniel Moro Vallina, autor de las notas al programa (que dejo enlazadas arriba en los autores), centrando perfectamente, aunque con tecnicismos que no todos los presentes entendieron, las obras a escuchar con el título París-Helsinki: Centro y periferia europea del siglo XIX para un concierto bautizado como "Auroras Boreales I" al enmarcar a Chopin entre dos finlandeses.
Comenzábamos con el estreno en España de Cielo de Invierno (2013) de la compositora Kaija Saariaho (1952), en la línea de otras contemporáneas basada en "texturas espaciadas que evolucionan lentamente desde el sonido individual a la totalidad del espectro armónico" que escribe el conferenciante, o si se quiere, el trabajo del timbre instrumental para crear ambientes o imágenes sonoras que sabiendo corresponde a la segunda parte de una trilogía titulada Orion (2002) y abandona su habitual estilo electrónico para reencontrarse con la orquesta, nos da una idea de música cósmica. Con amplia plantilla donde no faltaba la percusión más piano y celesta (hoy tocados por dos compositores como Omar Majbour Navarro y Guillermo Martínez, puede que por entender mejor la mecánica de estas obras cercanas a su generación), saca sonidos que evocan constelaciones, estrellas, frialdad cósmica vista y sentida desde su país natal, tiempos lentos casi flotantes con los instrumentos utilizando sordinas, registros no habituales y una serie de capas superpuestas que el director búlgaro iba balanceando para pasar de unos planos a otros, sin olvidarse de unas dinámicas extremas (impresionante el pianísimo final) que completan un lenguaje poco personal y más argumental por no llamarlo descriptivo, incluso sin saber nada de la obra. Bien todas las secciones y los refuerzos para seguir apostando por la escucha de obras actuales, puesto que debemos educar el oído como el resto de los sentidos.
La parte central nada menos que el Concierto para piano y orquesta nº 1 en mi menor, op. 11 de Chopin a cargo de Ludmil Angelov, compatriota de Milanov por lo que podríamos decir que hablaron el mismo idioma para una escritura donde el protagonista es el solista y la orquesta acompaña con la dificultad del siempre necesario rubato romántico un poco en la línea del canto como también nos contó el doctor Moro en la conferencia. Sonido limpio y cristalino el de Angelov, con la técnica apropiada para Chopin, sin gran sonoridad y bien concertado por Rossen, disfrutando de este concierto que los pianistas de mi generación asociamos al último año de la entonces llamada carrera profesional. Salvo ligeros retrasos de la orquesta en algún final de frase, destacar la "colocación vienesa" que ayudó a ganar en color el papel orquestal de arropar al solista redescubriendo contestaciones del fagot o unas trompas contenidas y bien ensambladas, aunque siempre triunfando el piano en un clima de temperatura otoñal, con un buen comunicador el pianista búlgaro.
Y no podía haber otras propinas que Chopin, en solitario y con la misma limpieza y ligereza del número 1, el Nocturno en do sostenido menor profundo en lectura, más un personal Vals op. 64 nº 2 en la misma tonalidad, donde los juegos de tiempo fueron algo excesivos pero lógicamente buscando aportar algo nuevo para un repertorio que todo melómano conoce de memoria. Un excelente solista Ludmil Angelov en unas obras donde está reconocido como intérprete de referencia, aunque los grandes sigan en activo pese a los años que aún tiene por delante el búlgaro, verano de la Europa central en plena primavera vital.
Los fríos finlandeses los degustamos el jueves como preparándonos para estos climas nórdicos donde la música de Sibelius y otros vecinos parecen dibujar paisajes blancos de nieve, cielos azules intensos con auroras boreales, pero también bosques de apariencia devastadora con un encanto que a los asturianos nos toca de cerca, aunque sea un invierno con mejor temperatura. Finlandia y la segunda sinfonía nos hicieron descubrir una orquesta distinta de la habitual pero "Leyendas" la Suite Lemminkäinen, opus 22 sacó de la OSPA sus mejores cualidades, con Milanov sabedor de todos los recursos y calidades. Cuatro poemas sinfónicos o cuentos, historias de la mitología del frío con aires rusos cercanos y una escritura orquestal bellísima, llena de contrastes entre secciones, con intervenciones solistas que reafirman la calidad de cada atril, cuatro obras con personalidad propia conectadas por la unidad interpretativa desde un clima nunca gélido pero sí tenebroso, muy Mordor astur por emplear una imagen muy nuestra.
Lemminkäinen y las doncellas de la isla, arrancando con las trompas seguras, la madera nostálgica y alegre pero sobre todo la cuerda que nos cautiva, compacta, propia, presente, incisiva y aterciopelada, dinámicas muy trabajadas y manteniendo la pulsión del personaje con todas sus aventuras, melodías con el sello finlandés indescriptible con palabras e inconfundibles al oído, energía y vitalidad.
El cisne de Tuonela, probablemente lo más conocido de esta suite, nos dejó dos solos de corno inglés y cello dignos de unos intérpretes de primera que sintieron e hicieron sentir el ambiente nórdico desde nuestro paisaje y lenguaje asturiano, bien arropados por sus compañeros con un Milanov dejando fluir las melodías.
Lemminkäinen en Tuonela volvió a dejarnos una cuerda increíble, misteriosamente clara, trémolos presentes jugando con intensidades y ataques, la percusión, especialmente el bombo, más todo el viento derrochando protagonismos compartidos que el director búlgaro impulsó con autoridad en busca de la temperatura adecuada, balances dinámicos acertados y tensión mantenida con ritmos cambiantes y tímbricas increíbles.
El regreso de Lemminkäinen es como la reafirmación del paisaje plateado, los veinticinco años de esta OSPA continuadora de una larga tradición sinfónica asturiana que alcanza ahora un momento ideal para afrontar cualquier repertorio aunque Sibelius suene siempre especial en ella, y este regreso del protagonista nos permitió disfrutar de nuevo con todas y cada una de las secciones con un Milanov inspirado, brillo de metales, "pizzicattos" de cuerda punzantes, ritmo vigoroso y alegre reforzado por toda la percusión, píccolos volando a dúo, clarinetes chispeantes, tuba poderosa, trompas empastadas como nunca, la formación al completo y una sensación de trabajo bien hecho que como público agradecemos siempre, con ese final apoteósico que nos levantó el ánimo ¡y las posaderas!. Los siguientes directores invitados tienen ahora la responsabilidad de mantener e incluso superar el nivel actual.

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