Cuando el órgano es coreografía

Viernes 18 de marzo, 20:00 horas. Iglesia de Santo Tomás de Cantorbery, XXXIX Semana de Música Religiosa de Avilés: Ana Belén García Perez y Ana Isabel Aguado Rojo (órgano). Obras de Mozart, Morandi, Saint-Saëns, Tchaikovski y Wagner.
Tomando las palabras de la organista donostiarra en la entrevista para el diario LNE (de la que dejo parte en la foto de la versión papel al final de esta entrada) "Convendría ir perdiéndole el respeto a la música de órgano" y todo desde el desparpajo juvenil que supone esta apuesta por repertorios conocidos en interpretación a cuatro manos con la palentina.
Ana Belén G. Pérez y Ana Aguado en San Hipólito (Córdoba) Foto ©Facebook Asociación "Luys Venegas de Henestrosa" de Amigos del órgano
Interesantes arreglos para dos organistas con todo lo que supone planificar registros, teclados y pedaleros, reparto de papeles sin problemas en cuanto a permutar posición en el asiento dependiendo de las obras, pero sobre todo un sentir la música a dúo como si fuese solo uno, dificultad máxima y pleno entendimiento desde el respeto a unas interpretaciones que más que arreglos o "reducciones" orquestales suponen una relectura de obras que todo melómano tiene en su memoria, con un público entregado que casi llena el templo avilesino este "Viernes de dolor", el último de los tres conciertos de órgano de esta semana de música religiosa a la que todavía restan dos días de música coral.
La proyección en pantalla gigante nos permitió admirar la coordinación y por momentos coreografía de las cuatro manos en el órgano de Acitores que va camino de los seis años y ya he bautizado, con permiso de las autoridades, como "El Tomasín", alcanzando momentos impensables en una ejecución al uso que poco a poco va ganando su espacio en los conciertos por la espectacularidad tímbrica que se alcanza con esta fórmula. Encomiable el trabajo de los organizadores de esta semana con solera en Asturias por mantener vivo el instrumento rey que hoy, más que nunca, volvió a coronarse como tal.
El Allegro y andante o  Fantasía para órgano mecánico en fa menor, K. 608 (Mozart) en su versión "habitual" es de por sí de una inmensidad de sonido y ejecución portentosa desde una escritura como sólo el genio de Salzburgo podía concebir, formando parte de una serie de cinco obras para instrumentos fuera de lo común respondiendo a distintos encargos; la versión a cuatro manos que realizase Busoni sube un escalón al cielo, por lo que disfrutarla a cuatro manos y dos pies ya alcanza límites insondables, dinámicas ayudadas por los registros casi celestes del tercer teclado (órgano recitativo expresivo).
 Ana Belén G. Pérez y Ana Aguado en Avilés, Foto ©Mara Villamuza para LNE
La Introducción, tema y variaciones de Giovanni Morandi (1777-1856) mantiene el sello italiano marcial, casi de himno, para el que el órgano a cuatro manos resulta vehículo o traje a medida. Así lo entendieron las dos organistas jugando con los registros de las distintas variaciones, en un amplio despliegue técnico y tímbrico de una partitura agradecida para intérpretes y escuchantes.
Aunque reciente y cercana en la memoria, la Danza macabra, op. 40 de Saint-Saëns (1835-1893) alcanzó en la versión a cuatro manos (de hecho la original fue escrita para dos pianos) una riqueza mayor que la del virtuoso Raúl Prieto (en transcripción del original orquestal hecha por Edwin H. Lemare y revisada por el propio organista), con un tempo más reposado y pasajes "casi imposibles" de ejecutar a dos manos se hacen ahora asequibles y luminosos con registros más ricos, así como un pedal que por momentos sonaba como los contrabajos orquestales, sustento sin oscurecer el ímpetu y clamor de los teclados, enriquecimiento pianístico elevado al órgano a cuatro manos.
Tchaikovsky (1840-1893) pasará a la historia de la música como el creador de las melodías más hermosas y populares, sobre todo las de sus ballets, y El cascanueces es uno de ellos. De él lo más interpretado son las suites orquestales, y en la versión a cuatro manos de "las dos Anas" pudimos disfrutar de tres números: la Marcha, contrapuntos ascendentes y descendentes bien dibujados en los teclados diferenciados en registros con un tempo lento, la casi etérea Danza del Hada de azúcar, con celesta o fagot de órgano en la línea de recrear más que versionear o reducir la orquesta, y el hermosísimo Vals de las flores, coreografía de manos para este ballet orgánico y organístico, cuento de hadas en el instrumento rey que es capaz de sumergirnos en las arpas y trompas de "El Tomasín" que nunca antes trabajó tanto, apostando nuevamente por un aire tranquilo que no entorpeciese la escucha dentro de una reverberación no muy grande del templo avilesino.
Y para finalizar un sentido "Coro de los peregrinos" del Tannhäuser de Wagner (1813-1883), capaz de volver instrumental una de las páginas corales eternas, buscando el lirismo y armonías vocales con el ropaje orquestal único del genio operístico. Amén de un acorde traicionero, el peregrinaje musical a cuatro manos y dos pies nos llevó a buen puerto, el crescendo sonoro y emocional en un barco sonoro avilesino que todavía seguirá asombrando, siendo las nuevas generaciones de intérpretes de órgano quienes mantendrán la singladura con timón seguro.
Hoy sábado volveremos y dejaremos constancia, como siempre, desde estas líneas.

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